Con un poco de suerte, estás de vacaciones, con lo que vives en un constante dilema entre disfrutar de tu tiempo libre rascándote la barriga o regalarte los desayunos, postres y meriendas que potenciarán el placer vacacional. Entre pasarte el día currando como el repostero de la Maria Antonieta de Sofía Coppola y lanzarte al primer chiringuito a engullir cualquier compendio de grasas hidrogenadas cuando mande el bajón de azúcar hay una extensa gama de grises, y aquí estamos para dar ideas.
Postres sin horno, helados para monguers, refrescantes polos de fruta, deliciosas muertes por chocolate y un compendio de bebidas frías, aguas frescas, cócteles y sangrías para bajarlo todo y, si se quiere, ponerse un poco alegre. Todo elaborado con el mínimo ajuar para que incluso con un cazo, una nevera y su correspondiente congelador, unos vasos y alguna tartera como molde te puedas montar una fiesta de los glúcidos de altura.
De cuchara o tenedor
Aunque las fresas que dan color y vidilla a este Eton Mess ya no están en temporada, sí lo están las frambuesas y las moras –especialmente las de zarza, sabrosísimas y silvestres–, además de que todavía quedan algunas cerezas riquísimas dispuestas a darlo todo en el postre más simple del mundo. Las mandarinas de estos jetavasos que ya son marca de la casa no aparecerán en el mercado hasta octubre o noviembre, pero podéis poner unos melocotones, nectarinas o trocitos de mango en su lugar (y sirope de chocolate o dulce de leche en lugar de mermelada, si os apetece) para una versión 100% veraniega.
Si te apetecen unas torrijas pero la sola idea de ponerte a rebozar te empapuza tanto el cerebro como las arterias, puedes aventurarte con la tostada francesa. Una versión un poco menos grasienta de la misma que se puede acompañar con fruta fresca, helado, yogur griego, nata o sirope de arce que te pondrá las pilas como desayuno o merienda. Las tortitas que proponía hace un par de semanas nuestra compi Biscayenne también admiten todos estos deliciosos acompañamientos, y si cambias la mitad de la leche por leche de coco conseguirán un rollito tropical perfecto para combinar con plátano, sorbete de piña o papaya a rodajas.
Nada como un falso tiramisú para que parezca que te lo has currado muchísimo con tres golpes de batidora, sustituyendo también en este caso el zumo de mandarina (por ejemplo por un almíbar muy ligero de vainilla con ron). También podéis –durante poco tiempo, las segundas están a punto de terminar su temporada– preparar este acompañamiento de melocotones y cerezas con vainilla y comerlo con helado, flan, yogur o queso batido.
Dame chocolate
Chocolateadictos, Oompa-Loompas y gente que se despierta de la siesta diciendo que “necesita algo dulce”: estas propuestas están pensadas especialmente para vosotros. Para empezar, una marquise de chocolate que puede acompañarse con pera a la plancha, crema de plátano, un sorbete ácido (por ejemplo, de maracuyá) o absolutamente nada más, porque sola ya está de muerte. El sorbete también le irá bien a la cuajada de chocolate picante, que aprovecha la lujuriosa textura del cuajo en polvo con fines chocolateros y le pone un toque picante que acerca este postre al mismísimo Moctezuma.
Si os tira más el chocolate blanco, esta crema con lima acompañada de frambuesas os volverá bananas: recordad que podéis usarla también para rellenar pasteles o, con mucha más leche y una bola de helado, convertirla en un batido. Como bocado para sacar a la hora del café –sin exponerlas al sol de agosto, o se convertirán en un charquito en 3 minutos–, estas trufas que cambian la textura y el sabor lácteos que suelen proporcionar la nata y la mantequilla por otros mucho más sorprendentes: los del aceite de oliva arbequina.
Una versión algo más resistente al calor, pero igualmente exótica gracias al toque del matcha, la ofrecen estos bombones con frutos secos. Y si queréis dejar con el culo torcido a niños y adultos por igual, presentadles estas rocas de maíz tostado –también llamado ‘quicos’, ‘panizo’, o ‘ese tentempié crujiente con sabor a infancia’– con chocolate con 70% de cacao y un toque de Peta Zetas. Es importante que el maíz no sea ni ‘a la mexicana’ ni ‘a la barbacoa’ ni lleve ninguna mezcla rara de glutamato: solo maíz, aceite, sal y listo.
Helados
Aunque en El Comidista siempre hemos sido más bien vagonetas con el tema de los helados, algo que dejamos para los expertos en la materia, últimamente nos hemos puesto las pilas con su versión más fácil: la que se hace con plátano congelado. Con leche de coco, cítricos, chía y menta, o con nectarina caliente, en un delicioso contraste de temperatura: cualquier excusa para comer fruta helada es buena (y sana). Si te pirra el lácteo vacuno y no tienes intención de cambiarlo por un vegetal por muy cremoso que sea, este helado rápido de mango, papaya y mascarpone te hará mugir de felicidad con muy poco esfuerzo.
Si, en cambio, prefieres los polos, estos de sandía, chile y limón y cereza con vainilla y coco se hacen en un pispás. Para prepararlos no hace falta ni una polera: los vasitos de plástico sobrantes de un cumpleaños infantil, forrados con film de cocina para que el palito se quede en el centro, son un formato más que digno (y de tamaño decente) para los polos caseros. Si ya has probado estas combinaciones y te hacen falta más ideas, ahí van: melocotón con trocitos de ciruela, limonada con menta y toque opcional de ron (mojito), mango con maracuyá, melón con pepino y lima o nectarina con trocitos de ciruela.
Para beber
Cualquier comida sabe mejor si ayudas a bajarla con una rica bebida, así que vamos a por el bebercio. Las aguas frescas mexicanas son más ligeras y refrescantes que los zumos, y están llenas de sabor. La preparamos de mango, melón y lima y de piña y menta, pero las combinaciones son infinitas y aceptan casi cualquier cosa que ofrezca tu frutería. Si buscas algo con más enjundia, que sea casi una merienda en sí mismo, el chocolate frío sin leche (pero con un toque de almendra y naranja) calmará tu sed y tu hambre a la vez.
El té matcha con granizado de mango es perfecto para desayunar, y también puede convertirse en un cóctel estupendo si se le añade un poco de vodka. La sangría sin alcohol también puede acompañar muy bien una mesa dulce (si el concepto “sangría sin alcohol” os parece un oxímoron, en el mismo link hay alguna receta con toda su graduación). Pero si hay un cóctel de verano por excelencia es el de horchata, ron y Frangelico: nunca la chufa estuvo mejor acompañada.
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