En lo del tema capilar tampoco se pueden fiar, Miguel lleva un corte de pelo como de rocker de los años cincuenta, traje pitillo. ¿Recuerdan a Jackie Wilson? El cantante soul del Reet Petite Pues así, nada más que con muchísimo compás y el tran tran de los guapos al caminar, mezclado con la caradura de los viejos trianeros que salen en el documental Triana pura y pura o sea que se hizo un o lo que viene a ser tocarse las partes nobles. Eso sí con un chorro de voz de los de antes que parece que le sobra micrófono.
La noche había empezado con Pepe Habichuela y su hijo José Miguel protagonistas de uno de esos conciertos mutantes que nos regaló Morente en la Sala Revolver en los años 90. Lo de los mutantes se justifica porque entrabas al garito roquero y salías con lunares… Y viceversa, que Enrique era mucho Morente. Pepe le dedicó una seguiriya a la ausencia, «a mi hermano» dijo; luego presentó a su hijo y hubo distancia y compás generacional, es decir tocaron juntos y por separado. Pepe se quedó para una regresión que Enrique grabó hace 40 años, La elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández que cantó José Mercé. Un anacronismo, o lo que sea, le hubiera quedado igual de bien que «a las barricadas» y muchísimo más contemporáneo. Mercé sí que se puede soltar el pelo (tremenda melena anunciada por la mitad de Gomaespuma) pero se contuvo, y cantó por seguiriyas con la guitarra de Tomatito. Olviden al Mercé que sale en la tele, esa fábrica escalofríos. Tomatito cogió el testigo y se hizo un balada que en otro tiempo hubiera concluido en pedrisco. Bonita hasta el borde de la cursilería, tocó por bulerías con ese ataque de uñas incomparable, tan flamenco y tan roquero y sonaron las coplas de Enrique: «Tienes la cara de haber pasado la noche mala».
Tras una pausa apareció sobre el escenario un piano de cola y una batería y salió una estrella de rock o del flamenco. Dijo «para» y paró, continuo cantando «para la libertad» y juro que no sé si es la de Serrat o era un homenaje a Morente. Y Miguel Poveda empezó a hablar como creo que jamás lo había hecho en público y se acordó de Enrique. Una filosofía de vida y de su casa y de una noche en el Candela con Miguel y se sentó para cantar fandangos, o así. La duda es por qué los palos flamencos ya no son como eran o como solían ser desde que Enrique les metió mano. Eva la Yerbabuena concluía una velada con división de opiniones. Eso le hubiera encantado a Enrique