Principio de curso

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A la vuelta de la semana, con las madres y los padres suspirando porque ya es hora de “perder de vista a los hijos y que vayan a dar guerra a casa”. Y es que el verano se hahecho muy largo.

Y el próximo dos de septiembre las grandes superficies comerciales abrirán para ultimar las compras de “inicio de curso”. ¿?
Y de nuevo un curso escolar ya se va preparando para iniciar su despliegue académico y ¿formativo, educacional …?
Vaya uno a saber si resulta que todo parece que volverá reducirse a intentar superar los exámenes y sacar las notas que certifiquen el fracaso personal o, en otro sentido, aúpen al éxito académico para poder elegir la continuación de los estudios hacia la titulitis liberadora, o ni por esas.
En tanto tal vez se vaya olvidando que el Colegio, el Instituto … necesiten ser considerados “templos sagrados” del aprendizaje integral, personal y académico.
En aras de aquellos principios que yo tenía en lugar destacado a lo largo de mi carrera docente y que trataba de contagiar e implicar a mis alumnos, queridos, inolvidables, esforzados y futuros ciudadanos de pro y respeto.
Y recuerdo que esos referentes se reducían a cuatro pilares fundamentales en el proceso del aprendizaje.
A través del “ESFUERZO”, indispensable para no rendirse, para intentarlo, para no darse por vencidos, para lograr que la autoestima va paralela a ese empeño diario.
Junto al “INTERÉS”, propio de la curiosidad necesaria, por ser capaz de descubrir, de investigar, de conocer lo que no se sabe, porque ése es el aliciente que dé sentido al esfuerzo y a la disposición favorable.
Y todo lo anterior junto al “RESPETO” por los demás, por quienes son distintos, por la convivencia que nos haga mejores y más felices, porque nosotros también somos diferentes y agradecemos cuando se nos reconoce.
Para culminar en el sentido asumido de la “RESPONSABILIDAD” valiente, por aceptar nuestra entereza cuando la debilidad, la equivocación, el error … porque entonces estaremos dispuestos a autocorregirnos, porque no temenos la confesión de nuestra responsabilidad consciente y gratificante. Porque a la postre habremos madurado, crecido, aprendido, habiéndonos forjado en una personalidad tan fuerte como atractiva.
Ante el nuevo curso que ya llama al desafío de llevarlo a cabo con dignidad, esfuerzo y decencia, en el tiempo en que parece que las “trampucherías” pueden llegar a ser convalidadas con facilidad vergonzante