O cuando uno atiende a nuestro pío y más católico, el señor ministro del Interior, apelar al “efecto llamada”, para dificultar “a golpe de muro y concertinas y balazos al agua. . .” la llegada de inmigrantes medio muertos de hambre, miedo y persecución, aunque recurrir al efecto llamada sea demasiado miserable, rastrero y muy poco cristiano, digo yo, tan poco cristiano, de paso, porque no entiendo que esa razón no llegue a ser cruel e inclemente . . . contra la fraternidad entre los hombres y mujeres de buena voluntad.
O cuando se consiente, se razona y se esgrime como inevitable, la escalada en la desigualdad, permitiendo que unos pocos acumulen una barbaridad de riqueza mayor de la que puedan llegar a contar nunca, y jodiendo al resto con las migajas que queden a repartir, para que intenten llegar a fin de mes aunque no lo logren.
O cuando uno escucha de un príncipe de la Iglesia Católica, español para más datos, un tal cardenal y arzobispo, el señor Cañizares, convocando a “una vigilia de oración” por España y su unidad, tan de este reino un representante del reino de su dios, vaya por el dios que corresponda, cuando se les ha echado tanto en falta “más cerca de los desahuciados”, por ejemplo, como para sentirnos todos más cercanos de “los hijos de los hombres”, en buena hora.
Y uno termina pensando en el Cirineo, aquel buen hombre que decidió entrometerse para ayudar al condenado al Gólgota cuando no podía con su cruz a cuestas, y en la expulsión de los mercaderes del templo, y en la excelente aceptación de la Magdalena entre los íntimos del Maestro, y en la preferencia que se marcó hacia el publicano que rezaba en un rincón sobre el fariseo que hacía ostentación de su “piedad”, y en la elección preeminente de los que “sufren persecución de la justicia”, los últimos que iban a ser los primeros, . . . aunque ya no esté muy de moda esa religión . . . de la que se han adueñado “sus príncipes propios”.
Y uno ya no reconoce a aquella religión en la que, supuestamente, el padre Damián, el mismo que me mostraron como ejemplo cuando era niño, el mismo que eligió entregarse a los leprosos de Molokai. . .tal vez porque eran los últimos entre los últimos.
“Había un hombre que tenía una doctrina . . .
y la doctrina creció . . .
entonces nació el templo. . .
y el templo creció . . . y se comió al hombre. . . León Felipe.
Torre del Mar septiembre – 2.015