¿QUIÉN SABE NADA?

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Siempre me creí un dinamizador, un estimulador, un entusiasta capaz de contagiar . . . a los muchachos que han de ver que algún "flautista de Hamelín" sea capaz de ponerse a la cabeza . . . como referente, como "actor" del acto de crear atmósfera, interés, estímulo, en el aula, en el esfuerzo común, en el interés por despertar, en el respeto por exigir como . . . algo natural, bajo la vigilancia de la responsabilidad propia, de cada quien, sabiendo que cada uno es dueño y responsable de sus actos, buenos o malos.

Y por eso no vale solo la didáctica de los despachos, ni siquiera la buena voluntad de quienes despliegan tanto amor y veneración a los niños. Si no existe la complicidad de la capacidad mínima de empatizar y contagiar, de entusiasmar y arrastrar, por el océano del conocimiento, a la búsqueda de lo ignoto, por llegar a descubrir nuevos mundos, aventuras de vida y pasión, desde el pupitre y en el entorno inmediato, desde la clase y junto a sus compañeros, porque se dispone de las ganas para no rendirse, porque se ha logrado inocular la curiosidad y el afán de conocer, experimentar, sentir y asimilar, . . . naturalmente "con esfuerzo, con interés, con respeto, con responsabilidad".

Porque se ha dado el primer paso. Se ha logrado poner en trance, en movimiento, en disposición de seguir la luz que ofrece el maestro.

Pero ¿quién sabe nada?, si uno lo fió todo a su instinto, a su capacidad de dejarse la piel en la representación de un maestro entregado a sus alumnos, como guía, como resorte, como faro, como líder, como referente, como . . . paciente maestro al servicio de sus niños desbrozando la selva de la ignorancia hacia el claro del conocimiento y el saber, la pasión y el sentimiento, la nobleza y los valores que dan sentido, al cabo, a una existencia más humana . . . hasta llegar más allá del infinito . . .

 

Pero ¿quién sabe nada?. Pero no creo en la cultura del esfuerzo, solo, porque al esfuerzo se ha de llegar desde el entusiasmo y la convicción . . . y esa es la tarea de un maestro. Luego todo habrá de llegar rodado. Porque cuando se cree y se siente no importa volcarse en el esfuerzo, al contrario apetece . . . y se encuentra sentido a la recompensa porque hay resultados y estos son positivos.

 

Torre del Mar noviembre – 2.016