R E P U G N A N C I A

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Dice el actual alcalde de Vitoria, señor Maroto, que «es una verdad como un pino» que la mayoría de los argelinos y marroquíes viven de las ayudas sociales.

Y el discurso le ha salido «correcto y conveniente», tan impecable como miserable para conseguir adhesiones interesadas, pues claro que sí, con lo fácil que es señalar culpables y desviar culpas e inquinas.

Porque ¿no hablamos de ayudas sociales? que como la misma palabra indica pueden transformarse en armas arrojadizas, según decida o no el señor Maroto, aunque deban estar sujetas al cumplimiento estricto de la normativa para ser concedidas. ¿o no?, o hay ciudadanos que se las merezcan y otros que no, pues igual si según la acusación del alcalde vitoriano, tan patriotera como mezquino.

Pues cúmplase la ley y déjese de echar mierda y mezquindad hacia los destinatarios de las ayudas sociales, adscritos a su origen demonizado, por moros, pues por eso, con lo fácil que es lanzar la piedra y el odio y guardar la mano desde la escrupulosa «corrección política». Aunque resulte tan tentador. Como repugnante fomentar dedos señalizadores, acusaciones veladas o no tan veladas, contra colectivos, metiendo en el saco de los «culpables» a todos cuantos interese para contentar el miedo egoísta, el raquitismo moral que tan bien germina con la lluvia de la maledicencia y el odio esparcido.

De unos vecinos contra otros, en virtud de su raza, de su piel, de su ideología, fe, costumbres. . . buscando la panacea de los «elegidos» contra los «outsiders», de los buenos contra los malos, creando etiquetas para discernir quienes habrán de merecerse el rechazo social mientras el señalado edil se lavará las manos con «sus verdades como pinos.

¡Valiente alcalde! Tan a favor de la corriente de sus fieles, tan asentaditos y acomodaticios, arremetiendo contra una parte de sus . . .también ciudadanos y gobernados.

Largando en voz muy alta, caigan quienes caigan, sabiendo que siempre caerán del mismo bando, para que no quede duda que hay ciudadanos de primera y de segunda, tan conformes los primeros con sus conciencias acomodadas, tan expuestos a la ira de los bien asentados. Demonizando y visibilizando «un enemigo del pueblo», soslayando la herida sangrante de la desigualdad injusta y rampante, obligando a cicatear las ayudas sociales, tal vez para que dejen de ser «ayudas» y «sociales», bajo el yugo del sometimiento pordiosero de los pobres que habrán de ser muy pobres para ser queridos, olvidados los criterios de necesidad y solidaridad que toda sociedad que se merezca el apelativo de humana debería poner en entredicho. . . sin echar cuentas miserables de quienes son sus destinatarios.

Porque desgraciadamente hay mucha gente que le encantaría que, efectivamente, fuesen culpables de su desamparo. . . por ejemplo. . . los «argelinos y marroquíes» de nuestra ciudad. Torre del Mar 12 – agosto – 2.014