“Sefarad es España en hebreo”. Sefarad en la memoria de tantos “compatriotas” nuestros, sefardíes, que fueron expulsados de su tierra, de su nación, fuera de sus vecinos, fuera y lejos de sus antepasados que crecieron, amaron y contribuyeron al progreso y bienestar de los suyos y de sus convecinos, españoles que fueron echados de sus casas, de sus pueblos y ciudades . . . tras el nefasto edicto de Granada, allá por el siglo XVI, que fue la expresión del rencor y la venganza, en nombre del fanatismo religioso, del bastardo interés inconfesable después de todo.
“Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés de origen sefardí, querría recuperar la nacionalidad española que le fue arrebatada a sus antepasados, pero a sus 94 años no se considera con ánimo para recopilar tantos documentos acreditativos de sus orígenes como le piden y menos para sentarse ante un tribunal y ser examinado de español y de cultura española. Tampoco está claro que alguien con sentimiento de la dignidad ajena y la vergüenza propia se atreviese a examinar a un sabio como Morin como si se tratase de un estudiante”.
Quinientos años han pasado desde la expulsión, se calcula que de los 150.000 hebreos que vivirían en España cerca de 100.000 abandonaron “su país”, abandonaron España para buscar otros lugares que les acogieran, tales como Turquía, Grecia, Balcanes, norte de África. . . donde se ha conservado su idioma, el ladino, aquel castellano, familiar, junto a la llave herrumbrosa de “la casa que tuvieron que abandonar casi sin tiempo para sacar sus enseres”, como si se tratara de un tesoro, de un tesoro que han conservado, la lengua de sus mayores, la lengua de la tierra de sus antecesores. En Estambul sobrevive un periódico mensual en la lengua de los castellanos de 1.492, y que se llama “El Amaneser”. Y la Radio Nacional de Israel tiene un programa diario en ladino y Radio Exterior de España otro desde hace ya 30 años.
Y “tienen el mérito, los sefardíes, se calcula que puede haber actualmente entre “dos millones y tres y medio, de haber esperado siglo tras siglo, generación tras generación, manteniendo y legando el cariño al país que les maltrató, conservando su lengua familiar sin los modismos que el castellano ha venido incorporando”.
Y no fue hasta 1.910 que volvió a permitirse en España “permitir la apertura de sinagogas y crear una Asociación Hispano – Hebrea” con el objetivo de recuperar la buena relación perdida y una cultura que habían sido despreciados.
Aquellos esfuerzos acabaron cristalizando años después en el primer intento formal de devolverles la nacionalidad. Curiosamente fue la dictadura del general Miguel Primo de Rivera.
Es interesante recordar anécdotas de inesperado patriotismo con el que las unidades de soldados españoles se habían encontrado en su participación en la guerra en el Norte de África .
“De pronto, contaban rebosantes de satisfacción, al entrar en algunas plazas, en medio de la hostilidad de la población, aparecían unas personas muy extrañas, hombres vestidos de negros y con sombreros de fieltro, que levantaban eufóricos los brazos, abrazaban a los soldados y en un idioma muy parecido al nuestro, gritaban ¡Viva España! Y nos daban la bienvenida. Parecen buena gente”.
“Son verdaderos patriotas. Hay que hacer algo por esa gente”. Parece que dijo, emocionado el general.
Y tras estas buenas intenciones, y tras algunas heroicas y aisladas actuaciones de individuos que ayudaron en situaciones de extrema necesidad a judíos, frente al Holocausto nazi que les amenazaba, y que facilitaron papeles de nacionalidad española, como hizo y logro el encargado de negocios de la Embajada española en Budapest, el señor Ángel Sanz Briz, a cuantos hebreos trataban de huir del genocidio programado, llegamos a los “años negros de la dictadura franquista” cuyo régimen “seguía empeñado en que el judaísmo era, junto al comunismo y la masonería, el origen de los males de España”.
Pero todo parece haber cambiado para bien. Aunque muy lentamente. Se calcula que actualmente son 1.523 las solicitudes que están en el proceso de cumplimentar los documentos y trámites requeridos.
Y en todo caso es un motivo de alegría, y no tanto porque los descendientes de aquellos hebreos expulsados podrán recuperar su nacionalidad propia, la española, sino por la suerte de poder reencontrarnos con quienes son “nuestros compatriotas, nuestros vecinos . . .” que jamás debieron dejarlo de ser, hermanos nuestros.
“Hija mía, mi querida”
“Hija mía, mi querida, amán, amán, amán, no te eches a la mar que la mar está en fortuna, mira que te va a levar. Que me lleve y que me traiga amán, amán, amán, siete puntos de hondor que me engluta pexe preto para salvar del amor”. Joaquín Diaz
Torre del Mar mayo – 2.016