¡¡¡S H O C K!!!

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Un nuevo hombre de Estado en la constelación de los hombres y mujeres de Estado: Donald Trump.

"El demagogo es aquel que predica noticias que sabe que son mentira a gente que sabe que es idiota". H.L. Mencken

Esta mañana, tras conocer los resultados electorales en EEUU, he ido a regalar a mi amigo una botella de buen vino para que elija entre celebrar la derrota de Hillary Clinton o lamentar la victoria de Donald Trump.

Y es que últimamente el personal se ve abocado entre elegir lo malo y lo igual de malo. Y si no que se lo pregunten al PSOE que se quedó aterrado ante las perspectiva de declararse vencido y terminó vencido sin condiciones.

Hoy contaba un latinoamericano texano, votante de Trump, que había preferido, antes que a una corrupta votar a un mentiroso y tramposo.

Y parece ser que el triunfo de Trump se ha debido principalmente a dos tipos de votos: Al voto desencantado de las clases trabajadoras que en un alarde de "rebelión de masas" ha querido dar una patada a las élites acomodadas, los políticos profesionales que además de haberse enriquecido personalmente dejaron caer en la precariedad a los trabajadores más progresistas, más izquierdistas, y en consecuencia parece que se hayan ido a confiar en un tipo probablemente deleznable y sobretodo imprevisible.

Por otra parte, al voto matonista, racista, exasperado, airado, injusto, xenófobo . . . el voto que se esperaba, el voto de la ignorancia y el fanatismo. Equiparable, contagioso, a una Europa donde, por ejemplo, Marine Lepen lo anda celebrando y ya es una señal de lo que nos puede ir aguardando.

En tanto y da eso más miedo la parálisis consiguiente que haya podido venir a quedarse entre "los políticos" de toda la vida, tras haber decepcionado hasta la náusea y el terremoto social y político.

Hasta el punto de poder simplificar que los verdaderos triunfadores de este "nuevo orden" parece ser: el miedo y el orden. El miedo a perder lo poco que se posee, el odio para defenderlo con uñas y dientes contra el otro que imagino viene a disputarme mi escasez y mi ramplona mediocridad. Todo ello bien cocinado en un madio en el que la desigualdad crece y crecerá para asegurar "la carne de picar", "la carne temerosa y la carne de odiar", incluso aunque resulte tan pobre de poner en valor.

En este momento y en esta circunstancia solo me cabe ya rememorar el poema de Lorca que en los años 30 del siglo pasado escribió: "La aurora de nueva York".

"La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno, la aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno, y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York tiene cuatro alumnos de cieno. La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque no hay mañana ni esperanza posible. A veces las monedas de enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras, la aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras, buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada.

Los primeros que salen comprenden en sus huesos que no habrá paraíso ni amores deshojados, saben que van al cieno de números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencia sin raíces. Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre". Federico G. Lorca

Entretanto los apolíticos siguen de enhorabuena porque a ellos les daba lo mismo una que otra opción. ¿O no?.

 

Torre del Mar 9 – noviembre – 2.016