Y es que ahora se echa la “prueba de la carga”, la responsabilidad de la res pública, exclusivamente, en los políticos y, por descontado, en los cabezas de cada fuerza política de consideración, como si no nos afectara al resto, como si cada día que despertasen esos líderes arrancasen con la virginidad de su reinicio a partir de cero.
Y uno se llena de perplejidad, y uno se niega a olvidar e incluso a perdonar.
Y a uno le hastía y le asquea la corrupción consentida, continuada en el tiempo, la caterva de golfos que desde sus posiciones privilegiados, mangonearon, acumularon, repartieron porcentajes de las mordidas, tanto para la casa madre, es decir al partido, tanto para el golfo muñidor, mediante la concesión particular desde lo público, tanto para los comisionistas imprescindibles, tanto para el birlibirloque de nada por aquí, nada por allí.
Y se piensa que el resto de los líderes no se han indignado lo suficiente. Y se nos olvida que también la ciudadanía tiene algo que decir, algo con qué y contra quien posicionarse, y negarse a olvidar.
Porque no tenemos derecho a desmemoriarnos ante el comportamiento de un gobierno ante quienes pedían, enfermos de hepatitis C, sus medicinas a cubierto de la Seguridad Social, como a dar por insignificante la catarata de corruptos paridos desde las estructuras más íntimas de un partido tan jerarquizado como el PP, como a no querer recordar que en Educación se han esperado a 10 bajas o vacantes para efectuar una sola sustitución para cubrir una sola plaza, como para no querer saber nada del abaratamiento creciente del despido, como para aguantar el descaro de hablar de recuperación económica cuando el 97% de los nuevos empleos son en precario, temporales y mal pagados, como para disimular que cerca del 50% de los jóvenes, muy bien preparados, están en el paro o son infrautilizados, como para no querer ver la desigualdad imperante. Con una minoría enriquecida y una mayoría empobrecida e invisibilizada, como para hozar en la desvergüenza del desasistimiento a 700.000 inmigrantes irregulares, a gobiernos anclados en sus redes clientelares que aseguran sus mayorías, a la baja a pesar de todo, y que no son capaces de mejorar las condiciones de vida de sus gobernados, por ejemplo Andalucía sigue siendo líder en desempleo.
Y así una indecencia tras otra, con nuestra connivencia y silencio culpable. Como para que sigamos creyendo “este desastre” no va con nosotros, aunque seamos los paganos de un gobierno que arguye que “gobernar no es fácil”, y repiten y devastan, y repiten y saquean y esparcen de migajas los terrenos yecos con una población demasiado complaciente con quienes defienden la estabilidad por la eficacia, y ningunean la corrupción hasta quitar todo sentido al latrocinio puro y duro, reducidas las fechorías a “cuatro casos contados” cuando todos sabemos que no es así.
Y ahí está un tal Mario Conde a punto de salir a la calle. Y a una infanta que no se enteraba de nada a punto de ser exculpada por mor de su abnegado amor, tan desmesurado como para tenerla en la inopia permanentemente.
Loada sea la desvergüenza cuando está bien protegida.
Torre del Mar junio – 2.016