Ya fue Cervantes, el poeta soldado y aventurero, el poeta que devino a convertirse en novelista inmortal que supo retratarnos la España Imperial de entonces, ¿de siempre?, a los españoles de la época, la atmósfera que seguramente respiraron nuestros antecesores, por los caminos y encrucijadas de la tierra hispana, pobre y andrajosa, trampuchera y pícara, como para alumbrarnos cómo pudieron llegar a ser quienes fueron, en una historia de ficción, en una historia de escarnio sobre los caballeros andantes que ya no lo eran, de los escuderos que conservaban la cabeza asentada bajo el desatino de su existencia anónima, pobre y abandonada a su suerte, como para llegar a imaginarnos cómo eran quienes ya fueron.
Y también fue el vate que recorrió, años más adelante, asímismo, su patria recogida en una mochila de viejo trotamundo. Y así Labordeta nos dejó escrito y cantado aquello de “Somos como esos viejos árboles batidos por el viento que azota desde el mar. Hemos perdido compañeros, paisajes y esperanzas en nuestro caminar. Vamos hundiendo en las palabras, las huellas de los labios para poder besar tiempos futuros y anhelados, de manos contra manos, izando la igualdad”. “Somos igual que nuestra tierra, suaves como la arcilla, duros del roquedal . . .”.
Y uno trata de reconocerse en la desesperanza y hasta en la derrota, arraigados a la esencia de nuestra naturaleza, aferrados a nuestros principios y valores, por la igualdad y la fraternidad que nos hará “invencibles”, generación tras generación, aunque tengamos todas las de perder.
Como para recordar la insistencia del poeta León Felipe, cuando nos hablaba de “nos han contado todos los cuentos, nos han acunado con todos los cuentos” . . .
Y uno solo puede entender que la corrupción, la desvergüenza y la indecencia han interiorizado en el tejido social de nuestra patria, de nuestros compatriotas, de gran parte de ellos, hasta la náusea, pasando por la arcada, tal vez con la idea de que “somos quienes somos y lo que no podemos llegar a ser . . . como ellos que trincan y se enriquecen” ante el ¿ejemplo?, por eso mismo, . . . de nuestros truhanes poderosos, tal vez porque desean ser “como ellos, ser capaces de rapiñar como ellos, robar y mentir como ellos”. Y si no ahí tenemos el ejemplo valenciano en cuya autonomía ha vuelto a crecer el voto al PP.
Y seguimos siendo, ¿qué?, ¿por qué?.
Aunque al cabo nos quedará, como al otro gran poeta, Blas de Otero: “Nos quedará la palabra”.
Entendido que el PP alberga la ulraderecha de nuestro país aunque no se lo quieran creer sus fieles. Entendido que un partido de derechas, como Ciudadanos, sin mácula de indecencia amontonada en sus filas solo obtuvo . . . ¡menos votos!.
Así seguimos y seguiremos, enfangados hasta lo intolerable, mientras “nos cuentan lo que habremos de tragarnos y creernos”.
Ahora que la virreina socialista, la tal Susana, ya ha dicho que “en cuanto entienda el actual secretario general lo que ha de hacerse todo le resultará muy fácil de cumplir”. ¡Tremendo!.
Y así hasta la derrota asumida y jaleada por el establishment.
Y de paso uno recuerda el éxito universal, galáctico de la Expo-92 en Sevilla. Cuando el gran logro de la Expo aquella fue la consagración de la manipulación a miles, a millones, a aquellos que jamás hubieran movido el culo para visitar el castillo del pueblo de al lado, acudieron como borregos a hacer fila ante exposiciones y stands de tercera categoría, al dictado de la publicidad que hacía pruebas y auguraba éxitos . . .
Y ya cada vez habrá menos de qué preguntamos, por llegar a saber quienes somos y por qué somos quienes creemos ser.
Y así hasta llegar a no considerar un fracaso la implantación de 71 escaños “a la izquierda de la izquierda de PSOE”. En todo caso contra la amoralidad que va desertizando el panorama patrio.
A la espera de ¿novedades predecibles?, pues por eso.
Torre del Mar julio – 2.016