Por orden de antigüedad ha habido una sonrisa que quedó grabada en el espanto y el asentimiento servil de millones de españoles, hasta tal punto que pasó a llamarse «la sonrisa del régimen», y me estoy refiriendo al sonriente José Solís, ministro de trabajo durante la dictadura, excelentemente parapetado tras su sonrisa benemérita, autosatisfactoria, complaciente y muy, muy alejada de la realidad gris y pobre de entonces, a los pies de «esos señores» que reían tanto pues sencillamente estaban bendecidos por la cruz y la espada que nos tenían a todos tan recogiditos, tan calladitos, por la cuenta que nos traían a los españolitos de a pie. . .de entonces, por mucho que sonriera el Solís que tan a gusto consigo mismo se debía encontrar como para que al personal de a pie aflojara la soga del cuello .
Más cerca de nuestro tiempo hay otra sonrisa, algo farisaica, retorcida y acomplejada, entre la petulancia y la cateta soberbia, repitiendo aquello de «dientes, dientes», mientras paseaba el amor junto a su galán maduro y trincón, mientras escupía una sonrisa hiriente, nada folklórica, a pesar de que la dueña de la mueca presumía de tanta raigambre popular o populachera, vaya uno a saber, en aras de un folklorismo rancio y reconcomido, como para ofrecer la hipócrita y amarga insatisfacción dibujada de sonrisa, con la obsesión barata de mostrarse superior al resto, rastrera necesidad de empeñarse en sonreír cuando. . .no se sabe hacerlo sino es disimulando, por muy Pantoja que se sea, ¿patrimonio del pueblo? como así lo soñara la dama en aprietos.
Para terminar con la ¿sonrisa? más mentirosa, en un más difícil todavía, paralizada en una permanente detenida, inexpresiva, atenta a la dentellada cuando se pueda y precise, atenta a la impostura inasequible del señor Juan Cotino que, por cierto dice que se va a retirar a cultivar caquis, tras haberlo sido todo en el PP, valenciano y nacional, astuto tras su sonrisa de hiena muy atenta, riente imparable, con su papel de dimisión «propia», para que todo pase y se olvide, tras una larga carrera al servicio . . .del poder, de acuerdo con «su ideología». . . que oculta y disfraza tras su sonrisa inmóvil, tras su sonrisa gélida que nos hace retroceder instintivamente, en un finiquito al desahogo prolongado como llevado a gala desde puestos de responsabilidad . . . ¿filibustera? Porque es que hay sonrisas que más asustan que tranquilizan, sin duda, ¡en mala hora!
Torre del Mar octubre – 2.014