Y por eso , Su Alteza, en un sin vivir de entrega a la tarea real, algo cojitranco, con la prestancia real de su “saber estar”, en pose de rey campechano y cercano, lo mismo en un sarao para empresarios que en otro para acreditaciones de jueces, según corresponda el encuentro entre pares que el discurso desde el estrado.
La cosa es que nuestro rey anda que se desvive por dar el vuelco a la apreciación a la baja de la institución que encabeza, ¡lástima!, después de tanta entrega y acierto pasados, con su borbónico “hacer”, para que ahora, “pasito a pasito” tambaleantes haya de volver a ganarse el aprobado.
Y ahí anda su alteza en un sin parar, de eventos y representaciones de altura real, procurando taparse el culete que había quedado al pairo y que el no apreciaba, ni aunque le golpease el relente las reales posaderas.
Y es lo que tiene vivir de la ejemplaridad que se le suponía, rebajada de franqueza monárquica, entre campechana y directa llaneza, con que nos íbamos tragando las excelencias del titular y familia de la Casa Real, propia y patriótica, hasta la caricatura cañí.
Por eso mismo no cabe en sí el rey de todos y todas, por hacerse querer mucho, de nuevo, tras sus “travesuras” que habrá de ir domesticando para que solo quede en claro, negro sobre blanco, la pose sencillota y retrechera del monarca de puchero y alpargatas, . . . o casi, con su anillazo en el meñique que da relumbrón y estilo sin exageración.
En tanto el paisanaje suspira por volver a reencontrarse con el personaje hecho a “su medida”, comprensible, algo truhán, muy señor, para no sentirse huérfano de tanta majeza real.
Y ahí anda el relevante personaje, lo mismo en las Arabias que en las Catalunyas, con su frágil equilibrio en inestable porte, haciendo meritaje para renovar votos de vasallaje entre las buenas gentes del reino. Por su supervivencia holgada, siquiera, por el qué dirán en venideros juicios, para enmendar los airones que dejaron el trasero de Su Majestad tan al aire que parecía, eso mismo, un culo de nobilísima prestancia, pero un culo, al cabo.
Torre del Mar 26 – mayo – 2.014