Sara Baras: «En el flamenco lo prioritario es la verdad»

El City Center de Nueva York o el Sadler's Wells de Londres, el Orb de Tokio o el Champs Elysees de París, el Concert Hall de Hong Kong o el Kennedy Center de Washington, el Festival de Jerez o el Dei du Mundo de Spoletto, la Ópera de Dubai o el Hamer Hall de Melbourne… Después de dos años de larga y exitosa gira, Sara Baras llega a Madrid con Voces, el eco de los maestros, aquellos que han inspirado su baile deslumbrante y su torrencial capacidad de transmisión, ese carisma para conectar con los espectadores a través de una danza envuelta en la claridad, diáfana y directa. Con técnica admirable y dueña de un don innato para comunicar limpiamente la emoción de su arte -un arte donde se conjugan la fascinación y la espectacularidad-, Sara Baras acaba de abrir las puertas del Nuevo Apolo para mostrar su obra más reciente.

Pregunta.- ¿Cómo concibió Voces, cuál fue el primer impulso o la primera motivación?
Respuesta.- Voces surge de un momento muy triste, la pérdida del maestro Paco de Lucía. Cuando se nos fue estábamos en Londres para estrenar La Pepa, un homenaje a la primera constitución promulgada en España. Y en ese momento nació la necesidad de agradecerles a nuestros maestros todo lo que han dado, y siguen dando, a los que hemos tenido la suerte de compartir con ellos no solo el escenario, su música o su baile, sino también la amistad y cercanía, momentos que te marcan para siempre. Voces emerge de una circunstancia amarga, aunque se convierta después en un espectáculo positivo y con una energía hermosa.

P.- ¿Qué significó Paco de Lucía para usted, como persona y como músico?
R.- Paco de Lucía establece un antes y un después, personal y profesionalmente hablando. Creo que es el artista más grande que ha dado el flamenco. El más universal, el que más se ha clavado en los corazones de medio mundo, entendiendo o no lo que el maestro pudiera estar tocando, pero sí sintiéndolo. Es el artista que más huella me ha dejado. Todos somos conscientes de su gigantesca personalidad artística, pero después era alguien tan sencillo, con ese humor y esa naturalidad, que son factores representativos de nuestra tierra. Él era muy gaditano, y las lecciones que nos ha podido dar en todos los sentidos han llenado toda mi vida, incluso ahora, no estando, me siguen llenando igual.

P.- Digamos que maestros como Paco de Lucía se fueron pero dejaron su arte. ¿Ese arte es algo significativo para usted, que le guía o aporta ideas?
R.- Además de su arte, a mí, personalmente, me dejaron consejos que, cuantos más años cumplo, más los valoro. Es algo que completa el círculo: si ya hay que tenerles respeto y no olvidarse de ellos, en este caso llega hasta mi forma de bailar. Yo tengo mi propia voz gracias a la influencia de los maestros y a todo lo que he podido aprender de ellos a lo largo de mi vida.

Paco de lucía es el artista más grande del flamenco, el que más se ha clavado en el corazón de la gente”


P.- En relación con esto, en el flamenco existe ahora más información que nunca sobre el pasado. ¿Cree que es una buena ocasión para que los jóvenes se beneficien de esa información y saquen conclusiones provechosas de los antiguos maestros?
R.- Totalmente. En este momento el flamenco necesita volver atrás, mirar y aprender de ellos. Porque los que hemos tenido el privilegio de vivirlo, nunca lo vamos a olvidar, pero no las generaciones que vienen. Poder recordarlos hace que volvamos como a resucitarlos y uno aprende mucho con las lecciones que estos grandes nos han regalado. Sabemos que el flamenco, que ha abierto puertas en el mundo, es un arte muy especial, con un abanico muy extenso, con personalidades diferentes, con estilos distintos, donde es prioritario la verdad, la autenticidad. Entonces, es necesario compartir con los más jóvenes el respeto, la ilusión y la admiración que uno siente hacia el legado de aquellos maestros.

P.- También en Voces recuerda a Moraíto, esa persona entrañable, tan magnífico guitarrista.
R.- He tenido la oportunidad de trabajar mucho con él, nos conocíamos desde pequeños. Repetiré mil veces las palabras gratitud y suerte, pero es una suerte haber podido estar cerca de él, haber aprendido de su grandeza humana. Porque independientemente de su talento, de su esencia musical o de la capacidad admirable para manejar las estructuras rítmicas, tenía un corazón enorme, un gran sentido del humor y una forma positiva de ver las cosas. Nunca se enfadaba y te daba lecciones de vida. Qué gran compañero. Cuando tenía miedo de algo, me animaba, y ha hecho que progresáramos, nos ha enseñado a disfrutar y a presumir de nuestro arte. Le tengo un amor especial, a él y a su familia, y a su tío, el maestro de la guitarra jerezana Manuel Morao, que he crecido con él y me incorporó a su compañía siendo yo una niña, en aquellos primeros viajes al Festival de Teatro Flamenco Alhambra ‘89, de Granada, los dos meses que estuvimos en el Eduard VII de París, en el sevillano Auditorio de La Cartuja, o en el Town Hall de Nueva York.

El influjo 'Amaya'

Antonio Gades nos enseñó a pisar el escenario, a colocarse en él y la deferencia hacia el público”


P.- ¿Por qué ha incluido a Carmen Amaya en Voces, siendo de una generación bastante anterior a la suya?
R.- De los seis maestros que aparecen en mi espectáculo, he tenido la dicha de conocer a cinco y vivir junto a ellos situaciones primordiales para mí. Sin embargo, con Carmen Amaya no ocurrió lo mismo, pero en mi lenguaje dancístico es evidente que la maestra tiene una considerable presencia. Está claro que la admiración que le profeso se manifiesta en mi baile de manera natural, y no porque lo pretenda, sino porque brota sin proponérmelo. A pesar de no haberla conocido, de no haber podido llenarme directamente de su poderosa energía, me encandila su arte, su persona y todo lo que sabemos a través de sus películas y discos. No podía dejarla fuera, y si quiero mostrar mi voz tengo que ser honesta. La verdad es que al principio me costaba admitir su influencia, me causaba desasosiego, pero después llegué a la conclusión de que mi propósito no era imitarla, sino dejarme envolver por su reflejo y su herencia.

P.- Antonio Gades también dejó magníficos documentos cinematográficos, un buen cúmulo de imágenes que revelan su calidad artística y ponen de manifiesto los criterios en los que se asentaba su baile. Él, que aparece en Voces, aseguraba de una manera rotunda que en el arte la ética debería tener primacía sobre la estética, siguiendo la observación de la que fue su maestra, Pilar López.
R.- Antonio Gades fue el maestro que estableció una disciplina y produjo un cambio radical en la danza flamenca a la hora de referirse a las leyes del escenario, a la seriedad, a la importancia que tiene todo lo que representa el mundo del teatro. La primera vez que vi una película suya, dirigida por Saura, siendo una niña, recibí un tremendo impacto. Fue algo que no se me olvidará. Después tuve la ocasión de asistir a sus actuaciones y de conocerlo personalmente, pero, sobre todo, de verlo ensayar y dirigir, observar ese compromiso que tenía con el arte y esa entrega total, ese modo de superarse y de pedir a sus compañeros lo mismo, esa exigencia como ser humano, era algo emocionante y un ejemplo de lo que debe ser la responsabilidad moral en el arte.

Enrique Morente me ha ayudado a querer la tradición y a ser valiente y mostrarme tal y como me siento”


P.- José Mercé, que perteneció a su compañía y viajó con él por numerosos países, me contó que lo consideraba un verdadero maestro, que incluso le enseñó, entre otras muchas cosas, a manejar el espacio escénico y saberse mover con soltura.
R.- Efectivamente, nos inició en el dominio de ese espacio para que lo hiciéramos sin afectación y con sentido. Es el gran maestro de nuestra generación en esta materia, el que nos ha indicado cómo hay que pisar el escenario, a colocarte en él y a respetar todo lo que conlleva levantar un telón. No solo era un bailaor genial, que veías su farruca y se te caían dos lágrimas; Gades era mucho más que eso, nos ha educado hasta en la manera de saludar, que era otro espectáculo dentro del espectáculo principal, una especie de profunda deferencia hacia el público y un regalo. Ahora mismo, todos los finales de cualquier obra están, si no imitados, al menos insinuados por las propuestas de Gades. Esa rigurosidad, esa observancia, esa consagración, ese arte desde que sube el telón hasta que baja, es el ejemplo de trabajo total que nos ha dado.

P.- Dos visiones apresuradas de otros dos personajes de su obra Voces: Camarón y Morente.
R.- De Camarón, el genio; de Camarón, la espontaneidad y la frescura. Tenía una cajita de música en la garganta y otra en su corazón, y todo lo que hacía lo convertía en gloria. Morente nos enseñó a amar la poesía, la dignidad y la calidad de las cosas para después, en su sensibilidad, relacionarlas y escuchar luego ese grito de libertad y de arte desnudo. Enrique me ha llegado hasta lo más hondo porque me ha ayudado a querer y respetar la tradición pero, al mismo tiempo, a ser valiente y mostrarme tal y como siento.

P.- Voces, bailes, músicas y guitarras de grandes artistas que ya no están con nosotros, ¿constituyen la base espiritual de su espectáculo?
R.- Claro que sí. Y, además, con una sorpresa que nos llevamos nosotros mismos, empezando por mí: buscar la conexión con tu maestro sin estar presente y, de pronto, darte cuenta de que los tienes ahí. Ellos nos han enseñado a poderlos disfrutar y a poderlos sentir desde lo más profundo de nuestro corazón, no solo intentando hacer un espectáculo, sino yendo más allá. Nos han facilitado los medios para poder recordarlos y percibir toda la magia que ellos tenían y tienen. Ha sido un regalo maravilloso, ya que, por muy cuidado que esté el espectáculo y por mucha técnica que haya, si no lo sientes de verdad, no encuentras a tu maestro. Voces ha ido progresando porque sabemos que ellos nos están arropando, nos están asistiendo para poder mostrar lo grande que es nuestro arte