Así empezó José Saramago su última novela: Caín (Alfaguara) publicada el año pasado. Una obra que cobra más relevancia aún, ahora que acaba de morir el escritor y premio Nobel portugués nacido en Azinhaga, Santarem (Portugal), el 16 de noviembre de 1922, y fallecido este mediodía en la localidad de Tías, Lanzarote (España).
Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1998, Saramago no sólo fue un escritor sino también un intelectual con una obra reconocida en todo el mundo. Entre ellas Memorial del convento, La balsa de piedra, El evangelioo según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, La caverna y El viaje del elefante. Una obra en lucha y duelo continuo contra lo establecido social, política y culturalemente. Un escritor en perpetua rebeldía.
Uno de los últimos proyectos solidarios de Saramago consistió en solidarizarse con la tragedia de Haití tras el terromoto de enero, al crear una edición especial de su novela La balsa de piedra y ceder sus derechos al pueblo haitiano. Una balsa de piedra camino de Haití es el título de esta edición que cuenta con el respaldo de las editoriales Caminho y Alfaguara, así como de los libreros de la península e Hispanoamérica y las personas que intervienen en elproceso de edición, distribución y publicación del libro.
En otoñó la editorial Alfaguara tiene previsto publicar el libro José Saramago en sus palabras que cuenta con la edición y selección de textos de Fernando Gómez Aguilera. Es una especie de diccionario que recoge las citas, reflexiones y apuntes del autor portugués desde los años setenta. Una biografía de su obra literaria y de su ideología básicas para comprender y apreciar su obra y su vida.
En la entrevista que Babelia publicó con Saramago el año pasado, a propósito de Caín, Frances Relea le pregunta de dónde procede esa obsesión por escribir de Dios, a lo cual el autor le contesta: "Puede parecer extraño. Nunca tuve educación religiosa. Ni en el colegio, ni en casa. No tuve crisis religiosas en la adolescencia ni cuando uno empieza a preguntarse sobre la muerte. Sinceramente, creo que la muerte es la inventora de Dios. Si fuéramos inmortales no tendríamos ningún motivo para inventar un Dios. Para qué. Nunca lo conoceríamos".
Aunque el ateísmo de Saramago tiene sus matices, según deja ver en la misma entrevista: "Ateo es sólo una palabra. En el fondo, estoy empapado de valores cristianos, y es verdad que algunos de estos valores coinciden con valores de humanismo. Los acepto. Ahora bien, todo lo que tiene que ver con la creencia en un Dios superior y eterno, que un día me condenará, me parece una chorrada".
"Dios, el demonio, el bien, el mal, todo está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él", afirmó Saramago. Un excelente artículo que explica esta relación de Saramago lo escribió Juan José Tamayo:"Dios es el silencio del universo".
Como despedida y homenaje al José Saramago creador podríamos recordar algunos de los pasajes de sus libros que más nos gustaron, por la combinación de su fuerza poética e intelectual: "La ceguera no se pega solo porque un ciego mire a alguien que no lo es, la ceguera es una cuestión privada entre la persona y los ojos con que nació" (Ensayo sobre la ceguera).
Winston Manrique Sabogal