Cuando alguien, un particular, una sociedad, un Estado. . ., decide montar una empresa, iniciar un negocio, desarrollar una actividad de la que permitirse vivir, y vivir mejor, . . . necesitará dinero.
Entonces acudirá a un banco solicitando una cantidad de dinero, un préstamo, un crédito, equis cantidad de “eso que llamamos dinero”.
Y según las circunstancias, las condiciones, la arbitrariedad y el cálculo más deshumanizado . . . el banco, cada banco . . . facilitará ese dinero, ¿sacándolo de algún otro sitio?, ¡no!, sencillamente sacándolo de ¡la nada!, en cualquier caso sacándolo de un cálculo de “a futuro”.
Simplemente “anotando en la cuenta correspondiente que ha sido concedida esa cantidad solicitada”, ¡sin más!, ¡de una cantidad de dinero sacada de ningún sitio! que se piensa recuperar con creces, es decir con interés en un futuro.
Es decir y por lo tanto que el dinero, al cabo, es una ficción, se pueda fabricar, “inventar”, “hacer más y más papel que sea dinero”, creando “deuda”, “esa libra de carne, de corazón” que luego habrá de reclamarse sin piedad, como en el Otelo de Shakespeare.
Y si el periodo es boyante se recuperará ese dinero multiplicado con creces, y si no ya se encontrará la manera de lograr . . . más y más de lo que se puso que “se daba” y solamente era una entelequia de muy pingüe rédito.
Y los especuladores, como las plagas de langosta o de moscas sobre la mierda moverán el dinero, ¡inexistente!, consiguiendo más y más dinero, más y más riqueza, más y más poder . . . sobre la precariedad, la pobreza, la necesidad de los desgraciados paganos.
A menudo nos creemos listos porque no caemos en el timo del toco mocho y, al contrario, “nos la están dando con queso a diario”, y ¿no podemos hacer nada?, porque el sistema vive en equilibrio inestable y nos predican “la estabilidad” como el bien supremo. . . a cambio de una sangría cruel y constante.
Ahora el espectáculo es público, dantesco y ejemplarizante . . . entre la ciudadanía más desfavorecida a la que se le ha cargado “la deuda” que no generó, a pagar un dinero que ¡jamás ha existido! Y que nos tiene hipotecado el futuro con el consentimiento mezquino y perverso de nuestros dirigentes que, al servicio del poder, han ido llevando a cabo hasta crear un entramado cruelísimo, obsceno y voraz con . . .”vencedores y vencidos” como en cualquier conflagración convencional bélica al uso.
Mientras los supervivientes callamos y suspiramos por quedar a salvo del bombardeo letal y mortal de cada jornada.
Ahora son los griegos ¡de a pie!, . . . cuando llamen a nuestra puerta ya será demasiado tarde.
Madrid julio – 2.015