Desde los templos del saber, el Cole, la Escuela, el Instituto, abundando en la segregación debida, desde tan pequeños, desde cuando se apunta ya el retraso imperceptible que va creciendo, que sumiendo al personal menudo en la baja autoestima, hasta hacerse insondable el retraso, la diferencia, la exclusión.
En el embudo que es el aprendizaje, para que se aprenda a pasar por el aro, dóciles, los niños, sin razón que les aclare la razón o la sinrazón de lo que se debe hacer, aprender, tema a tema, sin centros de interés, sin estimulación positiva, sin acompañamiento, desde muy pequeños, hacia y hasta el fracaso irresoluble a la que se ven abocados más niños y adolescentes de los deseados.
En Andalucía, cerca del 35% de los menores no llegan a superar 4º de la ESO, para abandonar tan pronto los estudios, y se enfrentan, por lo tanto, a la vida sin formación consistente, culpables de su poco y personal rendimiento académico, ellos según el currículum que no han ido superando, suspenso tras suspenso, descalificación tras descalificación, parte tras parte, sin que el sistema, por eso mismo, se ponga en cuestión, con una exclusión perfecta que acabará con toda progresión de los excluidos, carne de cañón futura..
El otro día me comentaba una profesora en ejercicio de Secundaria que le había llamado la atención la perfecta interiorización con que sus alumnos de 1º, revoltosos, charlatanes, dispersos, inaguantables . . . habían reaccionado ante el primer "examen" escrito del curso, para, con prontitud, disponerse a poner las mesas en filas, separadas, guardar los libros, guardar silencio, ponerse en estado de expectación . . . para luego realizar la prueba con las mismas carencias o éxitos, según quienes, que ya se adivinaban por su actitud, interés y conducta, sin que nada fuera a ser mejor o peor, aunque la reacción correspondiente había cubierto toda expectación.
Y es que año tras año, en un porcentaje mayoritario, la rutina había calado en los niños, sin que por eso se hubiera asegurado el aprendizaje de cada uno de ellos, con su porcentaje de excluidos, entre el 20 y el 30 por ciento, sometidos curso tras curso a la misma matraca: breve explicación de la seño o del maestro, muy breve, cinco minutos apenas, para pasar a continuación a hacer ejercicios, todos los ejercicios de cada tema. Los buenos estudiantes, inteligentes, estimulados de casa, con capacidad para profundizar en el aprendizaje, libresco, aburrido, repetitivo, superando los niveles y retroalimentando su autoestima. Otro porcentaje habrá de acudir a la academia de turno, para hacer los deberes, con una rutina insoportable, pesada, logrando a duras penas, también , el éxito, raquítico o sobrado, en los exámenes. El resto, sin embargo, aumentando día a día su retraso, insalvable, agotador, cruel, creciente, mientras de vez en cuando, tema a tema, se repite el examen oportuno, con la calificación implacable que alinea de los mejores a los peores, mientras el tran tran sigue masacrando a los torpes, distanciando por arriba a los mejores.
Mientras el sistema continúa impasible, con su retahíla de excluidos que habrán de suponer un lastre ¿llevadero?, ¿soportable?, como para que nada se muy distinto que ayer o anteayer, . . . con nuestros niños bien aprendidos en las formas y los movimientos sonámbulos aunque el fracaso acompañe de por vida a quienes han empezado desde pequeños a descolgarse.
Torre del Mar octubre – 2.016