Triste memoria, estancada en aquellos recuerdos de mi madre yéndose a recoger el dobladillo de la falda a la dama que no cesaba de girar y girar, feliz, soberbia y altiva, con mi madre a los pies de la señora de postín y elegante mohín, al tiempo de los sabañones que picaban y escocían, reventones, bajo la luz tenue y amarilla, al tiempo que aliviábamos las penas y las culpas, cucharada de aceite de ricino, y escarmiento público, san Benito a lomos del escarnio popular y cobarde, sobre los tacones, zapatos Topolino, bajo la canícula inclemente que derretía el abandono sobre el asfalto que rezumaba brea y silencio.
“Academia de corte y confección, sabañones, aceite de ricino, gasógeno, zapatos Topolino el género dentro por la calor”.
De la mano de mi madre, apretado el ceño infantil, sin soltarme de la protección materna, poderosa y amable, frente a la cámara que nos retrataría, a mí, pequeño infante de cinco años, pantaloncito corte, rodillitas desolladas, sorbos de moquitos, de la mano de mi madre.
“Para primores galería Piquer, para la inclusa niños con anginas, para la tisis caldo de gallina, para las extranjeras Luis Miguel, para el socio del limpia un carajillo, para el estraperlista dos barreras, para el Corpus retales amarillos que aclaren el morao de las banderas”.
Yo tenía un camarada, cantaba mi padre, en la cocina se reunía la familia, las calcomanía pegadas en los azulejos blancos, las orejas encendidas, aquella España de pobres y asustados, encerrados en aquellos hogares humildes que vigilaban las piñas abriéndose … soltando los piñones que luego apilaríamos en un pequeño saquito de tela.
“Tercer año triunfal, con brillantina. Los señoritos cierran Alazán, y, en un barquito, Miguel de Molina, se embarca, camino de ultramar. Habían pasado ya los nacionales, habían rapado a la señá Cibeles … cautivo y desarmado, el vaho de los cristales, a la hora de la zambra, en Los Gabrieles, por Ventas madrugaba el pelotón, al día siguiente hablaban los papeles de Celia …y el bayón”
Y el miedo metido en el cuerpo, las miradas desconfiadas y los susurros evitando los guiños y las consignas, brazo en alto, himno voceado, lágrimas de rabia y humillación … sin brotar, también porque el miedo paralizaba y avisaba que la noche ya se cernía sobre las luces que parpadeaban, al tiempo que la fiesta y el estraperlo cantaban y bailaban, grandes sorbos de aguardiente, farias que humeaban y jotas de relance y picadillo hasta dejarse olvidar …