Que sin duda, fue entonces el perro, el primer animal que se prestó a establecer compañía y lealtad con los homínidos que se las veían y deseaban para sobrevivir, exactamente en un mundo tan repleto de peligros, acechanzas y oportunidades, ¡cómo no!, con el perro por medio, ya domesticado, ya tan “amigao” a sus nuevos amos.
Que, sin duda, que desde entonces hasta hoy, el perro se ha convertido en “el mejor amigo del hombre”, o eso aseguran, fiel y leal, habiendo prestado grandes servicios a esta humanidad que no los olvida, seguramente. Habiéndose convertido, al cabo, en la mascota por antonomasia, el perro cuidados, el perro acompañante, el perro con pedigrí, el perro mil sangres, . . .el perro, con todo, en manos de sus agradecidos y responsables amos o dueños, igualmente que también en las manos o pezuñas de impresentables, maleducados y cochinos amos y dueños, en mala hora.
Sin contar con los caprichosos, esos tipos o tipas a quienes “les apetece” tener durante unos meses, por ejemplo, para luego abandonarlos a su incierta y desdichada suerte.
Y de vuelta al ímpetu inicial, sin duda, resulta pues que los chuchos, podencos, sabuesos, perros, perritos, perrazos . . . son seres vivos, que no son peluches, con sus biorritmos, sus necesidades y sus urgencias . . .
Y entonces pues resulta que los perros, sin excepción, mean y cagan a diario, por ejemplo, a horas fijas si se les ha acostumbrado, ¡benditos!, sin noción de en qué lugares son apropiados o no para sus deposiciones líquidas y sólidas.
Y en ese brete es donde intervienen los amos y las amas, cómo no, mostrando su educación, respeto, sentido cívico, buen gusto, su responsabilidad al fin y demás apelativos que a muchos les debe sonar a pura zarandaja . . . si es que les suena a algo.
Y entonces el “amor a los animales y en concreto a los perros” se desmorona un poco, entre pises y cacas esparcidas por el asfalto hasta convertirlo en un apestoso “campo de minas”, insalubre, sucio, maloliente, . . . mostrando un espectáculo lamentable de nuestras calles, nuestro barrio, nuestra ciudad . . . siendo los principales damnificados los y las dueñas de esos perros y sus vecinos y vecinas.
Porque no son responsables de esa incuria los canes, ¡no!, sino que lo son “los marranos”, sin excusa, de ese “sembrado” de pises y cacas, y que no son, insisto, otros que los amos y las amas de los perros, porque demuestran que ni son amigos de sus mascotas ni entienden qué es eso del civismo y el respeto “a ellos mismos y a sus convecinos”.
Y a pesar de todo a uno le queda la sensación que “los cochinos” seguirán dejando mear a sus perros en las aceras, en los paseos, . . . dejando asimismo las cacas donde hayan sido depositadas por sus mascotas caninas, porque ellas no tienen el raciocinio que parece tampoco tiene su amo o ama. ¡qué lástima!
Torre del Mar septiembre – 2.015