Solo ante el peligro

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Desde el primer momento, Griñán lo tuvo claro: con mayoría absoluta holgada, no tenía ninguna necesidad de un adelanto electoral. Por ello, eligió completar la legislatura. Así, por cuarta vez en los casi 30 años de autonomía, esas elecciones se celebrarán separadas de las generales. Las anteriores fueron en 1982 (las primeras de la historia autonómica), 1990 (primera victoria con mayoría absoluta de Chaves) y 1994 (primera derrota de Arenas y nacimiento de la legislatura de la pinza PP-IU).

Los populares andaluces, que venían reclamando elecciones separadas desde hace meses, se quedaron con un palmo de narices ante la decisión de Griñán de mantener los comicios autonómicos en la fecha prevista, marzo. El desconcierto popular fue mayúsculo.

En Madrid, la portavoz en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, exclamó que "si el adelanto de las generales es bueno para España, ¿por qué Andalucía no puede disfrutar de esa bondad del adelanto electoral?"

Antonio Sanz, número dos del PP andaluz, replicaba en Sevilla que ellos las preferían separadas, aunque deslizaba que "la sociedad andaluza" las quería anticipadas. En el fondo, los populares temen que la ola conservadora que posiblemente aúpe a Rajoy a La Moncloa, pierda fuerza tres meses después y deje a su jefe Arenas sin la presidencia, por cuarta vez, lo que representaría su funeral político.

El panorama, de cualquier forma, es poco alentador para el candidato socialista. La crisis, el paro, la severa derrota en las elecciones municipales, los problemas internos en su partido (Cádiz, Almería, Jaén), el apestoso asunto de los ERE, le colocan de partida en desventaja. Lo confirman todas las encuestas.

Por si fuera poco, el sorprendente pacto al que llegó el presidente Zapatero con el PP para reformar la Constitución caía como una bomba de racimo en las filas socialistas.

El bandazo que pretendía dar Zapatero, incluyendo en la Constitución cifras concretas del déficit, fue afortunadamente corregido por el candidato Rubalcaba, con el decisivo apoyo de Griñán. El presidente andaluz había sido contundente al afirmar que "modificar una norma básica de convivencia con argumentos coyunturales es un disparate". Y un error, añadió.

Rubalcaba y Griñán podrán argumentar ahora, ante sus bases, que ellos han flexibilizado la teoría del déficit cero impulsada por el PP, que habría tenido consecuencias gravísimas sobre las políticas sociales, los pilares del Estado del bienestar.

Ese mérito habrá que anotarlo en el haber de los dos candidatos socialistas. La cuestión es si lograrán convencer a su electorado de la misma forma en que Rubalcaba convenció a los dirigentes y diputados reunidos el lunes en Madrid. Muchos de ellos creen que, una vez más, el Gobierno socialista del país ha sucumbido al chantaje de los mercados y del matrimonio Merkel-Sarkozy.

Difícil tarea. Porque no es el PSOE un partido de dóciles militantes. Todo lo contrario que los populares, que mantienen una fidelidad incomprensible hacia un partido que es visto por los españoles como el "más implicado" en casos de corrupción (CIS, 7 de julio). Lo que demuestra que sus huestes tienen ciega obediencia al mando, pero que de moral cívica andan más bien cortitos.

Frente a ese ejército, Griñán deberá defenderse solo

Diario El País