Las estaciones han pasado a ser una convención astronómica desde que el cambio climático domina nuestras vidas. Ni los inviernos son tan duros como antes ni los veranos tan soportables. Igual podemos sufrir una ciclo génesis en junio como tener que ponernos en manga corta en noviembre…
Lo cierto es que en un año con un 25 % menos de lluvias de lo habitual, la previsión es que la estación que comienza hoy sea también más calurosa de lo normal, por lo que la definición de la situación de España vuelve a ser de “sequía meteorológica”. Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), la temperatura media este verano será entre medio y un grado más alta de lo habitual y el escenario cambiará de manera drástica la semana que viene, cuando se espera la llegada de “calor intenso”. No se descarta que pueda llegar a producirse una ola de calor, aunque aún es pronto para saberlo, si bien en la costa gallega parece que una nueva borrasca complicará el tiempo para la noche de San Juan.
El comienzo de las estaciones se establece por aquellos instantes en los que la Tierra se encuentra en unas determinadas posiciones en su órbita alrededor del Sol. En el caso del solsticio de verano esta posición se da en el punto de la eclíptica en el que el astro alcanza su posición más boreal.
Los solsticios, por tanto, ocurren por la imperfección de la Tierra, ya que el planeta no está recto, sino que tiene una pequeña inclinación; en concreto de 23º y 27 minutos. Esa posición de la Tierra, junto al movimiento del Sol, hace que en el solsticio de verano el Polo Norte esté más cerca del astro rey que el Polo Sur. En realidad, el Sol se encuentra a la altura del Trópico de Cáncer, la posición más alta posible con respecto a la Tierra
La explicación científica es la siguiente: la duración de una órbita terrestre es equivalente a algo menos de 365 y un cuarto de rotaciones terrestres (es decir, de días). Con ese cuarto se explica en el calendario gregoriano la introducción cada cuatro años de un día extra; el 29 de febrero de los años bisiestos. Sin embargo, hay más correcciones para regularizar ese cuarto anual de rotación terrestre, y es que el calendario actual por el que nos regimos elimina tres días bisiestos cada cuatro siglos
Por ese motivo, cada año cambia el momento exacto del solsticio, porque mientras que la duración de cada estación, la velocidad orbital de nuestro planeta y todos los parámetros físicos no cambian, nuestro calendario sí por ese cuarto de más cada año. De esta manera, cada año la hora e incluso el día de entrada de las estaciones cambia y los solsticios de verano ocurren siempre entre el 20 y el 23 de junio debido a estos ajustes.
Por otro lado, la diferencia en las horas de luz entre el día y la noche depende de la latitud del lugar, de manera que es nula en el ecuador y extrema (24 horas) entre los círculos polares y los polos. Alrededor de estas fechas, en lugares situados por encima del círculo polar boreal se da el fenómeno denominado Sol de Medianoche, que es cuando el astro es visible por encima del horizonte durante las 24 horas del día. De hecho, en los días anteriores y posteriores al solsticio la posición del Sol no cambia demasiado respecto a la Tierra. Y de ahí el nombre de este fenómeno: solsticio (“sol quieto”, en su traducción literal).
Por lo tanto, si entendemos por duración del día el tiempo que transcurre entre la salida y la puesta del Sol, este 21 de junio va a ser el día de mayor duración del año, aunque de forma errónea siempre asociamos la jornada más larga y la noche más corta a la celebración de la noche de San Juan, el próximo domingo. MÁS INFORMACIÓN Solsticio de verano: llega el calor oficial con el día más largo del año Solsticio de invierno: llega el frío al hemisferio sur Del mismo modo, se podría pensar que el día más largo del año es también cuando el Sol sale más pronto y se pone más tarde, pero no es así debido a que la órbita de la Tierra alrededor del astro rey no es circular, sino elíptica, y a la inclinación del planeta en una dirección que nada tiene que ver con el eje de la elipse. De hecho, el día en que el Sol salió más pronto fue el pasado día 15, mientras que el día en que se pondrá más tarde será el próximo día 28.
La estación veraniega es más larga que otras porque la Tierra se mueve más lentamente a lo largo de su órbita elíptica, tal y como explica la segunda ley de Kepler, precisamente debido a este mayor alejamiento al Sol. En esta época del año, aunque no relacionado con las estaciones, también se da otro hecho curioso, el conocido como el día del afelio, que es cuando el Sol y la Tierra están más alejados entre sí en el año. El máximo alejamiento se producirá el próximo día 5 de julio con una distancia de algo más de 152 millones de kilómetros entre la Tierra y el Sol, que serán alrededor de cinco millones de kilómetros más que el pasado 3 de enero, cuando la distancia al Sol alcanzó su mínimo anual, lo que se conoce como perihelio
Asimismo, el verano es especialmente rico y atractivo desde el punto de vista astronómico. Este año, además, en verano se producirá un eclipse de Sol el próximo 2 de julio que se verá parcialmente en el Pacífico sur y Sudamérica y que será total en algunas zonas de Argentina y Chile. Asimismo, en la noche del 16 y madrugada del 17 de julio tendrá lugar un eclipse parcial de Luna que será visible en Sudamérica, Europa, África, Asia y Oceanía, por lo también podrá verse en España
Al principio de la estación que estrenamos hoy también podrá verse a simple vista durante toda la noche Saturno, y también al anochecer junto a Júpiter e incluso Marte hasta mediados del próximo mes. De igual manera, Venus será visible al amanecer también hasta mediados del mes próximo.
Y si hay algo llamativo en verano son las conocidas como lluvias de estrellas: dos lluvias de meteoros destacan durante el verano: las delta acuáridas alcanzarán su máxima frecuencia alrededor del 30 de julio, mientras que las populares perseidas o ‘lágrimas de San Lorenzo’ llegarán a su máximo esplendor en torno al 12 de agosto; aunque la Luna llena del 15 de ese mes dificultará la observación de las ‘estrellas fugaces’.