Claro que ahora se vuelca la acusación sobre las familias que deben depositar a sus hijos “ya educados”, ¿?, en la escuela, muy educaditos procedentes de sus familias. A merced de cada ideario personal, a merced de la desestructuración de muchas, de demasiadas familias, olvidando que la sociedad es responsable de sus miembros, ¿ciudadanos o súbditos?, incluso y sobretodo para educarlos en principios básicos y universales de ciudadanía responsable.
Y uno termina recordando el vergonzoso grito popular de la época de Fernando VII, cuando volvió al absolutismo y se clamaba por las calles que ¡vivan las caenas!
Y uno no acaba de digerir la actual capacidad de gran parte de la población adulta española para sobrellevar con ánimo la rapiña, la prevaricación, la estafa, . . . de tantos y tantos cargos institucionales políticos . . . sin que se condene tal práctica en el voto a las formaciones que acogieron en su seno a tales facinerosos.
¿Súbditos o ciudadanos?. Cuando se corre a echar la culpa a tal líder o tal otro, a tal estrategia política o a tal otra, y se escapan de su propia responsabilidad en el voto emitido. Porque resulta que eso de que “el pueblo acierta” no llega ni a leyenda urbana. Porque el pueblo está formado de uno y del otro y el de más allá y el de más acá, . . . individuos capaces de decidir, de eligir, tal vez ¿entre los principios o el bolsillo?, aunque éste ande medio vacío, porque el miedo permite aceptar aquello de que “menos es nada que poco”.
Desde la votación por el Brexit en Reino Unido las agresiones salvajes y xenófobas, de ataques a inmigrantes, se han multiplicado, ¿por los cabezas huecas?, por la escoria que engorda el ardor político para seguir aferrado al poder, por supuesto.
Porque es tentador cultivar la gratificación B, la financiación irregular, el consentimiento solapado a gritos, salvajismos, agresiones . . . cuando van dirigidas hacia los más desgraciados, si a continuación se ofrece el resguardo para seguir incubando el miedo y el odio, contra los más desfavorecidos, mientras se envidia a los poderosos y se sueña en “ser como ellos”.
Y entretanto se reverencia la democracia formal, la diferencia representativa, la que va de una votación a la siguiente, con la teoría de que en la derecha “no se vota se ficha”, y en la izquierda se aplica “el libre albedrío”, por lo visto contra quienes airean sus egos, tan legítimamente como si no fuera a perjudicarnos las posturas insolidarias.
Y los súbditos avanzan sobre los ciudadanos, porque es más fácil obedecer que decidir en valores, en rebeldía contra la corrupción. Porque es muy tentador acudir a votar o a no votar “cagándose” en quienes vayan “a joderse” porque “el chulo de la verbena” no quiere ejercer su derecho . . .
Para terminar sintiéndonos ¿ciudadanos?, para seguir comportándonos como ¿súbditos?
Torre del Mar junio – 2.016