¿Te acuerdas papá?

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Había que desenmallarlas una a una, y con cuidado; no fuésemos a destrozarles las cabezas y perdieran "la vista" para posibles compradores. Echamos, al menos, seis horas de faena entre el desenredo y conservación en aquellos bidones negros con barras de nieve compradas en la carbonería de El Palo, a la entrada de Las Cuevas, que fuera propiedad de tu familia tiempo atrás, ¿verdad papá?
Fue la misma noche que nos acompañaron por la proa aquellos dos delfines que dejaban sus alucinantes siluetas fosforescentes jugando con aquel viejo barco de motor intraborda, ¿qué fue de él? Luego el anclaje y desembarco cerca de la orilla, frente al Padre Ziganda, para vender la fresquísima mercancía en aquel mercadillo improvisado de los domingos por la mañana. Y mi vergüenza para representar el papel de vendedor que pregona su pescado fresco… Yo, un aficionado a la Filosofía…, y en el barrio que me vio nacer… ¡Qué vergüenza!
¡Y qué pesquerazo, papá! Aún conservo el peso de platillos y las pesas de hierro que utilizamos aquel maravilloso domingo de agosto.

Antonio Caparrós Vida.