Niños manchados de barro, andrajosos, entre los arbustos, sobre una tierra enmascarada por ese aire endemoniado e indefinido que envuelve siempre a los escenarios de la guerra y de las catástrofes. La cámara de Hazen Sise mira desde arriba. Y junto a él, urgido y espantado, el doctor Norman Bethune, cuya mirada se intuye en la serie fotográfica. Los niños de Málaga, que tanto le atormentaron, congelados en el mismo gesto con que salieron al paso de su camioneta, en una de las escasos minutos de tregua que dejaron las bombas.
Las imágenes sobre la Carretera de Almería, una de las mayores matanzas cometidas sobre la población civil en la historia de España, formaron parte inseparable de la instrucción emocional e intelectual del médico canadiense. Ahora, cuando se cumplen 75 años de su muerte, precisamente hoy, todos esos antiguos rollos de película documentan su biografía, estudiada en numerosos países, y al mismo tiempo sirven como uno de los más indudables testimonios gráficos del penoso capítulo de la guerra española. Y, además, sin que haya modo alguno de separarlos. Décadas después del genocidio, producido los primeros días de febrero de 1937, apenas existe versiones de la masacre capaces de prescindir de la figura de Norman Bethune, como tampoco es posible hablar del médico sin aludir a la tragedia de Málaga. Ni siquiera cuando se abordan pasajes atronadoramente distantes como su etapa en China.
La exposición Norman Bethune: la huella solidaria, que conmemora en estos días en el centro cultural del país asiático en Madrid el aniversario de su muerte, no se olvida de la profusa marca que le dejó la diáspora. En este caso, con material comisariado por Jesús Majada y aportado por la Junta de Andalucía, que se ha unido al homenaje a tres bandas que dedican al médico España, China y Canadá.
La estancia de Bethune en el país, aunque breve, resultó decisiva para la construcción de su imponente legado científico y humano. Fue en la ruta hacia Almería donde consolidó el mecanismo para poner en marcha el primer servicio móvil de transfusiones de sangre. Y también donde tropezó de frente con el horror, entendido en su magnitud más descabellada.
Al inicio de la Guerra Civil, el doctor, que ya atesoraba en su país experiencia solidaria, decidió trasladarse a España, en parte atraído por su simpatía ideológica hacia la izquierda y el aldabonazo dado por la República en busca de auxilio internacional, pero también por un sentido de la medicina profundamente social.
Antes de desplazarse a Madrid, Bethune, que contaba con un puesto acomodado en Montreal, había revolucionado la técnica quirúrgica para abordar las enfermedades torácicas. Y también se había señalado como uno de los más activos defensores de la cobertura universal sanitaria. La presencia del canadiense en España, desde el primer momento, resultó mucho más que simplemente voluntariosa: sus unidades de trasfusión, que incluso llegaron a recoger donaciones a domicilio, salvaron cientos de vidas en el frente.
La labor del doctor, sin embargo, se recrudeció con la toma de Málaga. Su camioneta, en la que también viajaban Hazen Sise y Thomas Worsley, se introdujo en la carretera de Almería, convertida por la artillería italiana y fascista en una ratonera mortal para miles de familias que huían de la guerra. Bethune, que había llegado hasta el sendero para asistir a los heridos, se vio sorprendido por una barbarie que, por salvaje y desacostumbrada, le pilló casi a contrapié. Hasta el punto de hacerle recular en su propósito y abandonar en mitad del trayecto la maquinaria sanitaria. Asediado por las bombas, el médico entendió que la única manera de ayudar era jugarse la vida y transportar al mayor número posible de personas hasta el final de la carretera. Y lo hizo. A veces tomando decisiones que le rompieron el alma.
Las páginas del médico sobre la desbandá describen a huérfanos con labios hinchados como goma de zapatos. Y la imposibilidad, cruel y frustrante, de socorrer a todo el mundo que encontraban por los parajes. «Cómo elegir entre un niño muriendo de disentería y una mujer que lleva a un bebé nacido dos días antes?», se preguntaba. En Málaga, Bethune comenzó a ser un héroe. Y acrecentó su vocación, que viviría un nuevo capítulo en la guerra chinojaponesa. «Todos debemos aprender de su desinterés absoluto», escribió Mao. La exposición estará vigente hasta el próximo 29 de noviembre.