El juego de la vida y la muerte, el juego del toro, el juego de la “pata p´ alante”.
Sobre el platillo de la arena y la tierra hacen la cruz las zapatillas de charol de los toreros que inician el paseíllo, hasta llegar a los burladeros que prueban acostándose sobre el capote sin extender, abriéndose al vuelo de la faena soñada, en un instante de espera que se hace eterno.
Y en los toriles el bruto cornúpeta oliendo el miedo, en la oscuridad de ruidos y orines.
Hasta el deslumbrón que ciega y enerva, frente al torero que se queda solo, erigido a la gloria que sueña y busca, a golpe de sudor nervioso, escalofríos que no cesan, agarradas las manos al capote que cita.
En un pase que es un quiebro, la suerte echada y alada en un trance que es un puro azar, cartas puestas boca arriba, en el instante glorioso del tiempo detenido a los pies de la euforia desatada, en el instante que cambia todo por la cornada letal, mortal.
Un torero sobre el redondel.
El misterio del juego del toreo, el milagro de la faena soñada, la magia de luces y oro en un espectáculo vivo y multitudinario.
Citando a la suerte en la vida, citando con la muleta al burel que embiste ciego, enrabietado, miedoso, por intentar despejar al torero que ocupa el horizonte que no se ve, al relente de la tarde abrasada de pasión y jolgorio incontenible.
El torero al servicio de la fiesta reglamentada. Pañuelos que asoman, clarines que anuncian temblores y pesadillas . . . tras noches en vela soñando la gloria . . . a hombros de la faena imposible.
Gloria y respeto para el torero eterno, para el humilde artista que intentó crear la imagen inolvidable en . . . un segundo.
Un torero sobre la arena, solo y erguido, el torero citando al destino.
Torre del Mar julio – 2.016