Hasta no hace tanto, cuando nuestras autoridades pegaron, nunca mejor dicho, ‘un volantazo’, todo espacio público libre en Málaga, siempre que no hubiera obstáculos físicos que lo impidieran, se consideraba espacio de aparcamiento. La posibilidad de que cayera una multa era, eso sí, un riesgo que había que asumir.
Esto era así, al menos, para una importante mayoría de conductores, que definían todo espacio público de la Ciudad del Paraíso como «huecos» para dejar el coche.
Hablamos de la cuesta que comunica la playa del Deo ( ‘Dedo’ reza su nombre en caracteres gigantescos), en El Palo, con el Club náutico El Candado y el Paseo de los Canadienses.
Mientras estuvo abierto el popular merendero El Chanquete también recibió esta playa el nombre de playa del Chanquete pero ahora ha vuelto a su denominación popular.
El caso es que esta cuesta, en su momento terriza, era un continuo ir y venir de coches porque todo el promontorio se convertía en aparcamiento, en ocasiones, con los coches casi despeñados y a punto de dar la vuelta de campana, como quien aparcaba en una duna.
Así que el frontal con estas maravillosas vistas se dejaba a los automóviles y subir por la cuesta se convertía en un peligro público para el peatón.
La situación ha ido cambiando con los años. La cuesta dejó de ser terriza y se asfaltó y ahora el último añadido han sido las barandillas de madera, con idéntico diseño que el Paseo de los Canadienses, el que llega hasta el Peñón del Cuervo y La Araña.
Hay un detalle de gran importancia en esta mejora y es que, como se puede ver, no se aprecian aceras a los lados, de ahí que resulte evidente -esperemos que también para los conductores- la prioridad peatonal del sendero.
Luego, como saben, queda el tramo de más alta inseguridad vial, el que sólo separa con un triste quitamiedos la rauda N-340, por la presencia del edificio del club náutico, un problema que de momento no tiene solución y que obliga a convivir a los peatones (algunos con carrito de bebé) con los ciclistas.
En el tramo final, por cierto, los coches se apretujan contra los quitamiedos porque hay «hueco» para aparcar y el pasillo para los peatones se estrecha por la presencia de un veterano mojón kilométrico. Algún día se arreglará este embrollo. Confiemos.