Un pequeño vergel en Teatinos

Un ejemplar que ha editado la Asociación Ibero-Macaronésica de Jardines Botánicos, a la que pertenece la Universidad de Málaga.

Con 1,5 hectáreas, este enclave es un nexo verde entre las facultades de Ciencias y Letras, que tiene el noble objetivo de ser un centro de investigación, conservar la biodiversidad vegetal y servir de apoyo a la docencia, como explica su director, el profesor de Biología Vegetal de la Universidad de Málaga, Alfredo Asensi, que en esta jornada enseña las instalaciones al visitante en compañía del conservador y director de la escuela taller, José Miguel Sánchez.

»Meeting point» en la puerta principal ante el panel explicativo de la ordenación del jardín. Sólo hay que saber dos cosas básicas antes de adentrarse en el espacio: hay tres niveles, dos de ellos se dedican a las escuelas botánicas, y el tercero corresponde a las colecciones.

El sol es de justicia. Y la visita a este espacio en una zona de llanura, en la que los rayos de »Lorenzo» caen con justicia, es una prueba de fuego. ¿Qué sabios son los universitarios que en verano se quitan de en medido!, piensa para sus adentros el visitante, que intenta cobijarse entre las copas de los árboles. La primera parada es en la »Cycas circinalis», o cica de hoja larga -de la misma familia de la más conocida »Cycas revoluta». Estas plantas se consideran »fósiles vivientes», y actualmente no quedan más de un centenar de especies de esta familia, como subraya Asensi.

El siguiente paso es para admirar el »Gingko biloba», el árbol sagrado de la China. «Este impresionante ejemplar es el que te encuentras en los Campos Elíseos de París», comenta Asensi. El único problema está en que hay pies de planta masculinos y femeninos, y «el femenino tiene unos frutos que huelen a manteca podrida, un olor muy desagradable. Antes de plantarlo no se puede saber su sexo, por lo que hasta que no florece, dentro de cuatro años no lo sabremos», puntualiza en tono jocoso.

Durante el paseo, el autor de este jardín y su conservador no dudan en comentar que lo más importante de este espacio es que es de verdad ecológico. Puesto que ha sido proyectado en 1997 se le han aplicado todos los avances tecnológicos. Para ahorrar agua, hay una gran red de canales que recoge las de la lluvia y la de los excedentes de riego, que llegan hasta un aljibe, donde las suciedades se decantan, y a través de bombas, se vuelve a reutilizar el agua. Esto dicho hace años no tendría mucho valor a los ojos del profano, pero hoy, con el decreto de sequía vigente desde hace más de un año, le confiere mucho encanto a este espacio.

También salta a la vista un cuidado seto durante todo el recorrido. Y el conservador explica orgulloso que se han plantado 16.000 ejemplares para setos, «o lo que es lo mismo, tenemos la mejor cantidad y calidad de setos de toda Málaga. El recorte se hace con las tres caras y están cortados con hilo», puntualiza José Miguel, mientras señala con su mano cómo realizan la poda.

Uno de los ejemplares más impresionantes es, sin duda, la araucaria de bidwilli, cuyas hojas cortan como navajas, por lo que en los jardines se suele podar cada cierto tiempo. Pero aquí crece libremente, a placer, lo que hace que su forma se asemeje a la de un gran abeto.

Prosiguiendo con las pautas ecológicas del jardín, Asensi explica que en la tierra se echan cortezas de árboles para mantener la humedad y como un «herbicida natural». Otro ejemplo del xerojardín (el que necesita poca agua) es el pino canario, el que renace de sus cenizas tras los fuegos. Con pocas necesidades hídricas, este ejemplar se puede apreciar también en el Parque de Málaga, donde hay un pequeño conjunto que le da mucha altura.

Llamativa por su color es la palma azul mejicana. Procedente de California y Nuevo Méjico, Asensi la escoge en este paseo por su curioso color azul.

Como buen español no quiere dejar atrás los árboles autóctonos de nuestra cuenca, el príncipe alcornoque y la noble encina, que son el máximo ejemplo del bosque mediterráneo sostenible. Corcho, bellotas, producción de oxígeno para frenar el cambio climático, y «espacio del cerdo ibérico y los toros de lidia», como bien explica Alfredo Asensi.

De camino, paseo de Pablo Prolongo, uno de los botánicos malagueños junto con Haenseler, que llevó al suizo Boissier a conocer un árbol que no sabían catalogar. Lo bautizaron como pinsapo y Boissier, un afamado botánico mundial, lo dio a conocer a la ciencia y hoy es una de las mayores joyas de la Sierra de las Nieves. Más adelante, una cuidada colección de cactus ordenada por continentes. Ni que decir tiene que «el cactus es un modelo de adaptación a la escasez de agua, ya que no tiene hojas, las tiene transformadas en espinas», indica Asensi.

Y por fin, llegada al otro extremo del jardín, ése que linda con la Facultad de Letras. Aquí, Asensi ha dejado un espacio para especies endémicas y mima con mucho cariño un clavel silvestre «que vive en los farallones del Cabo de Gata mirando al mar», dice de lo más bucólico, lo que provoca las sonrisas cómplices de la comitiva. Entusiasta y enamorado de este espacio, no duda en decir que será poblado por especies endémicas y en peligro de extinción del paraje natural de Maro-Cerro Gordo como el »Limonium malacitanum», la siempreviva malagueña que su mujer la bióloga Blanca Díez citó por primera vez, o el boj y el romero silvestre para que tengan aquí un salvavidas por si alguna vez necesitan repoblarse en este espacio natural.

Justicia de la India

Tras esta pequeña lección, parada delante de la »Justicia adhatoda», más conocida como justicia de la India. Más adelante, el »Agave ferox», un árbol mexicano, que empieza a morir cuando acaba la floración. Como si se quedara exhausto.

Para terminar, dos ejemplares con una espectacular floración. La alpinia o flor del paraíso y la »Lagunaria patersonii» o árbol del pica pica. Más adelante, fuera ya del itinerario »oficial», José Miguel presume de tener una preciosa rosaleda. Y su director, Alfredo Asensi, mira hacia el futuro cercano y asegura que este jardín botánico ampliará su colección con plantas subtropicales de varios continentes y de bioclima mediterráneo. Todo para que siga siendo un espacio para la investigación, el paseo y el »viaje» de los sentidos. Un pequeño vergel en mitad del campus de Teatinos para disfrute de los universitarios.

DIARIO SUR