VIDAS EJEMPLARES

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Me acuerdo de unas publicaciones infantiles que yo leía de niño, viñeta a viñeta, dejándome aleccionar de aquellas vidas que nos ofrecían como "ejemplares". No recuerdo muy bien la razón pero entre aquellas notables existencias grafíadas en cómic nunca puedo olvidar como una de las más impactantes la de Santa Genoveva de Brabante, patrona de París, sin, repito, saber muy bien la sustancia de esa preferencia.

"El trece de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría, ave, ave, ave María, ave, ave, ave María . . .". Todos los años y coincidiendo con la fecha dada cantábamos a pulmón infantil la letra conmemorativa; en el colegio de los frailes, cuando subíamos todos los colegiales al "monte de los pinos", a un claro en medio del cual se erigía una imagen de la Virgen de Fátima, para cantarla, mientras respirábamos aire puro, desentumecíamos nuestros culetes infantiles, pisábamos a las primeras procesionarias y nos zancadilleábamos mientras nos reíamos por el buen rato que nos hacían pasar los frailes en honor de la Virgen.

Ya de adulto intenté acercarme al santuario de la Virgen de Fátima, en una visita a Portugal, y llegué a estar en la explanada . . .y creí apreciar demasiado mercadeo sobre el sufrimiento y la desesperación de gente que se acercaba "de rodillas" al santuario. Salí raudo de allí, y visité el entorno inhóspito, rudo y árido, agreste y febril . . . mientras me alejaba sin haber entendido muy bien qué estaba buscando yo por aquellos lares.

Este año se celebra el centenario del misterio o del milagro o de la aparición de la Virgen a los tres pastorcillos. Contemplo su imagen, fotografiados modositos, con sus rosarios entrelazados, sus manitas unidas . . . y veo demasiada gravedad en rostros tan infantiles, y sigo pensando que solo eran unos niños.

Como otros tantos muchos niños de la época, de la región y de otras tantas regiones de Europa y del mundo: pobres, ignorantes, sometidos a la yunta que cantaría Miguel Hernández en su "niño yuntero", "más humillados que bellos", "con sus cuellos perseguidos para los yugos para los cuellos", mientras estos pastorcillos escuchaban a la Virgen que les hablaba de asuntos geopolíticos internacionales, mientras en su país, en un Portugal pobre y metido de hoz y coz en la 1ª guerra mundial, con más de 200.000 jóvenes portugueses, el 10% de la población masculina activa, muriendo de miedo y de verdad en las trincheras . . . mientras se proclamaba la República portuguesa en 1.910 y se prohibía la enseñanza religiosa en las escuelas, y el Estado expropió los bienes de la Iglesia, y se aprobó el divorcio, y se prohibió toda práctica litúrgica fuera de los templos, e incluso se aprobó la concesión de pensiones para viudas y huérfanos, y derecho a herencia de los clérigos que naturalmente no habían respetado el celibato . . .

"La Iglesia católica pues estaba perdiendo la batalla de las conciencias . . ."

Tres días antes de la aparición de la Virgen a los pastorcillos de Fátima, parece ser que otro pastorcillo, de 10 añitos, Severino Alves, juró a su padre que la Virgen se le había aparecido en una enramada mientras cuidaba el rebaño. Actualmente de este otro misterio solo queda erigida una pequeña capilla, en Ponte de Barca, en la frontera norte con España.

Hace años conocí a un buen hombre. Se llamaba Antonio y era natural de Medina Sidonia, en Cádiz. A lo largo de su vida había logrado una posición holgada trabajando como maestro de obras, de sol a sol, a lo largo de toda una existencia dura y recia.

Y Antonio me comentaba que él cuando veía un cura tocaba madera y recordaba a los cuervos disputándose la carroña. Antonio estaba convencido que los curas, en una inmensa mayoría, en Andalucía, siempre habían estado junto al poder y en consecuencia al lado del dinero. No podía olvidar cómo siendo un niño, allá en su pueblo, los domingos, tras la misa, se estacionaba a la salida de la iglesia un carro cargado de hogazas de pan, de pan de telera, el único pan al que tendrían acceso aquellas familias, casi todas, que, obligadas por el hambre, debían acudir a misa para al salir del oficio recibir un pan repartido por el cacique y el cura, con la altivez de la caridad bien entendida para la servidumbre que eran todos "los muertos de hambre" que debían someterse a esa humillación pública, semanal, dominical, en nombre de su . . . dios.

Jornaleros, braceros, peones, pastores, siervos, criados, y jornaleras, braceras, peonas, pastoras, siervas, criadas . . . aún por debajo de aquellos . . . por la fe señalada y rendida el pedazo de pan en la mesa.

Por último, ya más recientemente, a mediados de los sesenta del siglo pasado, recuerdo porque jamás se me ha podido borrar, cómo el cura párroco de un pueblo misérrimo, de apenas cien o doscientas almas, presumía ante mis padres de haber "negado la comunión" a una joven de su parroquia por haberse mostrado . . .¿ligera?. Y yo no entendí tanto odio, tanta soberbia.

Por último quiero hacer una mención a una vida ejemplar demasiado olvidada, nada conmemorada: quiero recordar con memoria y honor al maestro Arximiro Rico, un mártir de la educación pública, hombre ilustrado, que encarnó el progreso desde su pequeña escuela aldeana, en Baleira, frente al poder de curas y caciques quienes apagaron su luz "sacándole los ojos y cortándole la lengua y los testículos", en 1.936. a Arximiro Rico, luz dos humildes.

Vidas ejemplares pues sometidas a la vileza y al poder de quienes son capaces de retorcer la verdad hasta hacerla servir, también, a sus intereses.

A pesar de sus miradas transparentes, tristes, plenas de vida . . . envilecidas por tanta maldad que bendice en nombre de los pobres . . . bendición que solo responde al barato agradecimiento por tan dócil servidumbre.

¡Amén!.

Torre del Mar 13 de mayo de 2.017