»Willy», el mito

Al primero nunca lo llamaron y lo dejaron esperando junto al teléfono en Argentina hasta que se murió. Nunca ocultó que él quería trabajar para el Málaga. Una puerta, ¡solo una puerta!, es lo que tiene en La Rosaleda. Y el segundo, al que podríamos haber compartido con el Real Madrid, donde seguro ocupa un puesto próximo a Di Stéfano en el santoral blanco, tal vez se fue demasiado pronto, demasiado joven, sin escribir la historia que el destino se empeñó en cambiar sobre la marcha. Sea por dejadez, desinterés o necesidad, el Málaga no aprovecha sus oportunidades de enganchar el fútbol con el sentimiento, acaso el ingrediente imprescindible para que una actividad física convertida en negocio mundial adquiera la dimensión humana que lleva a los niños a llorar sin consuelo en las gradas cuando a Brasil le meten siete. Ahora es por culpa de la economía que tenemos que dejar ir a nuestros mitos, como ocurre con «Willy» Caballero, uno de los pocos que han logrado esa consideración en vida. En vez de despedirle con una reverencia y un abrazo por haber honrado la camiseta, el dueño del club ha querido manchar su adiós diciendo que se va porque quiere, aunque sea falso. Y si se trata de sumar adhesiones, no debería dar a elegir al malaguista entre él y Caballero. Porque los héroes y los mitos solo están sobre el césped.