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Los representantes (los agentes) de una ideología religiosa cuyo icono principal es un cadáver y cuyo color preferido es el negro “formarán”, “orientarán” a nuestros niños y niñas en la vida a cambio de notas (de 0 a 10) en las tres evaluaciones, con sus correspondientes recuperaciones, de que suele constar la estructura académico-administrativa de un curso escolar.
         No hace falta tener una gran imaginación para intuir en qué se va a traducir la reubicación en estos espacios de poder de semejantes personajes y “personajas”. Algunos hijos e hijas de Dios tienen motivos para preocuparse, especialmente, aquellos y aquellas cuyas inclinaciones sexuales no respondan a las medias estadísticas y entiendan, además, que sus cuerpos les pertenecen en materia como los preservativos, el aborto o la eutanasia. Por poner algunos ejemplos.
         Habrá que volver a tensar la musculatura y las neuronas para que no te devoren ideológicamente las huestes del tal Francisco y su general local: Rouco Varela. No hay que amilanarse: el camino de la laicidad debe limpiarse de ideologías religiosas decadentes. No hay que cesar en nuestra misión educadora e insistamos: cultura, mucha cultura; ilustración, mucha ilustración. Reitero: que nuestros niños y niñas amen los libros, el teatro, el cine, la escultura, la pintura, la arquitectura…

         Cultura, cultura, cultura… No permitamos que configuren las mentes de los hombre y mujeres de mañana estos cultores de la muerte y de la superstición. Bastante tiempo llevamos sufriendo a estos aliados del poder que amenaza y asfixia a quienes creemos que las religiones deben existir en el ámbito de la privacidad, no en el público.
Salud.

Antonio Caparrós Vida